Luchando (escribiendo) para recuperar la estabilidad

Como siempre vienes sin avisar, tu inesperada visita dejó de ser normal hace tiempo. No cabe en mí la más mínima duda de no querer volver a saber más nada de ti. No te aguanto. No te soporto. 

Te escribo sin saber a ciencia cierta quién eres, ya que por lo visto hasta ahora te sigues camuflando bien. Parece como si en 8 años hubieras tramado este plan tan malévolo y perjudicial para mí, 8 años en los que nunca apareciste; para que en los últimos dos descargues tu rabia con toda la energía acumulada. Dos años en los que acabas poco a poco conmigo, como en la peor sala de tortura; engañándome como a un inocente niño, y haciéndome creer que recupero la confianza para volver con toda tu malicia Provocas una guerra interna de nunca acabar, da igual cual sea el bando bueno o el malo. Cuando parece que uno pierde, envía otra tropa que hace continuar esta interminable conflagración.

Solo sé que cuando estás en mí haces que mi vida se vuelva totalmente pesimista: acabas con mi estabilidad emocional, destrozas mi fuerza anímica, mis ganas de vivir se pierden a la deriva, volviéndome a mi estado físico más precario e incómodo.

Medidas drásticas para un enemigo igual de drástico. A estas alturas de mi vida eres de las pocas cosas que más odio, y la única a la que no quiero dejar de hacerlo. Está bien, lo admito, estás ganando la batalla; pero que no te quepa la menor duda de que lucharé con todas mis fuerzas e inteligencia. Repito sin titubear que no volveré a relacionarme con esos amigos tan caprichosos, de los cuales probablemente te aprovechaste y los usaste de aliados. Acabaré contigo maldita.